Novela y rock: de gira como un trompo

Hay un núcleo del disturbio, una preocupación latente en el protagonista de este libro de Gustavo Álvarez Núñez (1968), un fondo que podemos escuchar incluso en su poesía, donde a través de ciertos giros, ciertas reiteraciones, la pregunta (y la duda) sobre la identidad, el lugar que se ocupa en lo social, la vocación que implica un destino se despliegan. Ese desvelo se articula sobre dos campos de batalla, el del artista que quiere dejar marca, encontrar su lugar, y el del amor de pareja, cuestiones que a la vez muchas veces entran en conflicto.
En Qué hago con la noche, el debut de Álvarez Núñez como novelista, Gervasio Meschengieser es un manager de bandas de rock que a sus casi 60 se siente afuera, perdido, como si todo se desmoronara, lo que incluye el estadio terminal de su relación de pareja. Hijo de padres judíos, un psicólogo y una docente, nació el 3 de julio de 1967, el mismo día en que se editó el sencillo “La Balsa”, de Los Gatos, el nacimiento del rock nacional.
Gervasio nunca encajó bien en ningún lado; luego de una grave lesión deportiva en su juventud y de estudiar sociología, entra a los 33 en la industria del rock. Asciende rápidamente, trabaja en productoras y agencias internacionales y tiene su punto cúlmine en una épica gira de AC/DC. Pero esa misma peripecia de meses lo deja exhausto y lo decide a bajarse de la maquinaria, a barajar de nuevo y tratar de entender a dónde va. Entre pequeñas rentas heredadas y algunos ahorros personales pude darse ese lujo.
La novela se lee como el tramo final de una larga batalla –de hecho los capítulos se cuentan como rounds–, lo que implica también una puesta en abismo, constatar el camino recorrido –un poco elegido, un poco a ciegas– lo que se soñó ser, y advertir que no fue exactamente lo que se esperaba, que se llega al final casi sin aire. ¿Para qué leí tantos libros? ¿Para qué escuché tanta música? ¿Para qué puse el cuerpo en miles de fechas y fechas de artistas que en su gran mayoría ni se acuerdan de llamarme para mi cumpleaños?, se pregunta Gervasio.
Hace tiempo se siente confundido, falto de estímulos, le duele el cuerpo y está gordo, a menudo empastillado. Su pareja, Sabrina, empezó a detestarlo y a hacérselo saber sin medias tintas; mientras ella sale a trabajar, él se queda en el departamento junto a tres gatas que son la metáfora y la evidencia viva de una forma radicalmente distinta de estar en el mundo.
Como quien busca algún tipo de guía o hilo conductor, el protagonista escribe en una libreta cosas que se le ocurren, fragmentos de conversaciones, tareas por hacer, sueños y fantasías, sobre todo transcripciones de citas, subrayados de los autores que ama, poetas, escritores, filósofos y músicos, a través de los cuales piensa y se hace preguntas. Mientras tanto prepara y luego dicta un seminario sobre música en una universidad privada donde de a poco se reencuentra a sí mismo. Ahí el autor despliega jugosas reflexiones sobre artistas, géneros musicales, sobre cómo la música modela la vida individual y colectiva.
Escrita con soltura, alternando momentos de humor e ironía con autocrítica feroz, Qué hago con la noche es un libro sobre la educación sentimental del rock, que no oculta las miserias del ambiente (vanidad, codicia corporativa, machismo), pero es sobre todo un libro sobre el paso de los años, el sinuoso camino del artista, la música como consuelo, como acompañamiento y motor de un destino.
Qué hago con la noche, Gustavo Álvarez Núñez. Tusquets, 240 págs.
Clarin