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Fascinación por el apocalipsis: cada vez más series cuentan el fin del mundo

Fascinación por el apocalipsis: cada vez más series cuentan el fin del mundo

El guardaespaldas Xavier Collins se arroja sobre el presidente como si hiciera un tackle perfecto. Carl Bradford, la máxima autoridad de Norteamérica, cae al suelo bajo la conmoción de haber zafado de las garras de un asesino, el cual se había camuflado entre la multitud como un reportero de televisión y de un momento para otro saca una pistola y dispara. Xavier es baleado por haber protegido a Carl y convalece luego en una larga licencia: se trata de una escena bisagra de la serie Paradise por la intimidad que se construye entre el presidente y su custodio preferido y porque es un eslabón previo al verdadero asesinato que desencadena la trama. La tarde del 7 de junio de 2025 el senador y precandidato presidencial colombiano Miguel Uribe Turbay habla en un mitin improvisado en un parque de Bogotá. “Voy a volver a autorizar el porte de armas”, dice Uribe, entre algunas consignas. De pronto, anónimo entre los concurrentes, un joven flaco y alto, que luego se sabrá que tiene 14 años, se acerca a un costado del político. Cuando ya está a pocos metros, el sicario dispara varias veces, hasta que Uribe cae al suelo por el impacto de dos balas en la cabeza. No muere, milagrosamente: se sigue rehabilitando en el hospital.

La destrucción a secas, a un lado y otro de la ficción y de la realidad, bajo acontecimientos disruptivos que ocurren a plena luz del día y a la vista de todos, parece ser uno de los tópicos del tiempo presente. Democracias amenazadas, salvajismo de las relaciones sociales, aceleracionismo y caos de la vida cotidiana, cambio climático, guerras, fragmentación social, desigualdad atroz, neofascismo y teorías conspirativas. Libros que hablan de “el fin de la realidad”, de “tecnología y barbarie”, “vidas espectrales”, de “poshumanismo, “transhumanismo, “tecnoceno” y de la inminencia de guerras nucleares, que no son lejanas a juzgar por los recientes bombardeos entre Israel e Irán. En épocas de confusión e incertidumbre, donde el mundo ya no es lo que era, bajo una crisis de representación en todos los niveles, la ficción refleja una oferta a la orden del día en las pantallas: apocalipsis y más apocalipsis, el fin del mundo a la vuelta de la esquina.

“Fascinación por el apocalipsis, fascinación por disfrutar del final inevitable”, escribe Slavoj Zizek en su último libro, Contra el progreso. Argumenta que, si bien existe en el mundo una percepción de peligro inminente –por cuestiones ambientales, tecnológicas o geopolíticas–, esta misma atmósfera apocalíptica a menudo sirve para que el capitalismo oculte sus contradicciones, relaciones de poder y las brutalidades del modelo hegemónico de progreso. Lo que el escritor argentino Michel Nieva explica como esa vieja promesa de que la tecnología iba a traer un progreso social, aunque se corra el velo de una dominación a partir de la violencia expandida y la extracción de recursos. Y otras pensadoras, como Flavia Broffoni, hablan de extinción y colapso de la civilización, entre otras definiciones.

Serie "Paradise".Serie "Paradise".

¿Qué es lo real y qué no lo es? ¿Qué espacio y qué tiempo son los que configuran la existencia humana en un cambio de era plagado de calamidades? Black Mirror, El Eternauta, Paradise, The Last of Us y El cuento de la criada, entre de las más destacadas de las series apocalípticas y posapocalípticas, mezclan ciencia ficción, terror, cyberpunk y distopías de ayer y de hoy en las plataformas, con la creación de mundos propios y paralelos.

Hay varios puntos en común: son un éxito de audiencia, incorporan rasgos de lo fantástico, el policial y los thrillers políticos, y entre sus tramas intricadas que obligan a revisar giros y capas del relato, irrumpen gobiernos dictatoriales y rebeliones intestinas, conspiraciones y secretos del poder, fenómenos extraños de la naturaleza y anomalías en la convivencia entre lo tecnológico y lo humano, capaz de pasar de la fascinación a las espesas nieblas de lo disfuncional. Las series ya no predicen o se adelantan premonitoriamente a los hechos: pareciera que los guiones ocurren simultáneamente a la realidad, en un montaje paralelo que se retroalimenta de forma inquietante y suspicaz.

El mundo de los sobrevivientes y el desconcierto de entrar a un futuro desconocido, con la invasión de fuerzas que nadie puede descifrar a corto plazo, no es algo novedoso en la pantalla: basta pensar en Lost y The Walking Dead para dar cuenta de una tradición televisiva de zombis, canibalismo, catástrofes, pesadillas, criaturas, infectados y agonías.

De acá y de allá

En The Last of Us no dejan de aparecer la ciencia y sus pronósticos –y sus fallas y sus pruebas, a la vez de su rol de consejero indispensable– cuando un hongo provoca una pandemia y los humanos se transforman en criaturas violentas que actúan como zombis, con los hongos patógenos que podrían evolucionar y volverse más peligrosos a medida que avanza el calentamiento global y los desequilibrios ecológicos pese a la salvación de una posible vacuna.

Serie "El eternauta", producción argentina sobre el fin del mundo. Serie "El eternauta", producción argentina sobre el fin del mundo.

Al ubicarse en el margen como un género anómalo para la tradición argentina, la ciencia ficción, El Eternauta nació de la historieta. Mientras los personajes atraviesan la Avenida General Paz con máscaras para esquivar la nieve radiactiva –que se asemeja a la notable Chernobyl cuando los niños juegan con ese polvo brillante caído del cielo sin conocer sus riesgos– y enfrentan una batalla abierta contra los “cascarudos” en locaciones del Conurbano, en The Last of Us acontece una suerte de road movie bajo la banda sonora de Gustavo Santaolalla cuando Joel Miller y la joven Ellie recorren las carreteras desoladas de Estados Unidos.

En una, las calles están blancas, cubiertas de nieve, en la otra, inundadas de agua. “Lo viejo funciona”, se dice en El Eternauta, en una frase que se hizo viral y que en su idiosincrasia pareció contraponerse a aquello que dijo el crítico Jorge Carrión sobre que “las series son el penúltimo intento de los Estados Unidos por seguir siendo el centro de la geopolítica mundial”. Y en The Last of Us Joel tiene cierto apego a lo analógico y a los objetos antiguos, y en la camioneta pone un casete de Hank Williams a lo largo de caminos abrasados, con autos y edificios en ruinas, a la vez que van al encuentro del grupo rebelde Las Luciérnagas y se enfrentan a FEDRA, la fuerza militar que controla las zonas de cuarentena, imponiendo la ley marcial en la represión de cualquier tipo de oposición.

“Matar a los que antes eran personas a veces me sensibiliza”, dice Joel Miller en una encrucijada ética ante los mutantes. El paralelismo con El cuento de la criada, en una época de renovado oscurantismo, no resulta antojadizo, con un futuro distópico originado en un Estados Unidos gobernado por una tiranía cristiana fundamentalista, la cual tomó el control por las armas luego de que una grave crisis ambiental derivara en la caída de la fertilidad humana.

La extraordinaria deriva de June Osborne, uno de los personajes y líderes femeninos más atrapantes de los últimos tiempos, con el Mal como fuerza desbordante encarnado en la dictadura de Gilead, se representa en una resistencia que entre los uniformes rojos y las cofias blancas pasa por diversas etapas, de los complots a frentes externos, de lo mesiánico a territorios posapocalípticos, donde todo poder, por más absoluto que se pretenda, es incapaz de abarcarlo todo.

Serie "Black Mirror". Serie "Black Mirror".

Máquinas cerebrales y epidemias por doquier, guerras interplanetarias, atmósferas opresivas y asfixiantes, mundos dominados por megacorporaciones, luchas por la supervivencia. Las series apocalípticas exhiben conflictos y tensiones donde parece que todo puede irse al demonio de un minuto a otro, con miedos y zozobras tales como que la creación de una inteligencia artificial general sea superior a la inteligencia de la humanidad, y narrativas de conspiración y discursos de odio que abundan en el magma digital.

Sin zombis, guardias armados o magnicidios, en la última temporada de Black Mirror la perturbación es, en efecto, signo de las relaciones sociales. Lo apocalíptico se entrelaza en el cruce de nuevos monitoreos, de dimensiones virtuales y aparatitos y botones a mansalva, de realidades “paralelas”, cuerpos y conciencias distorsionadas que parecen amenazar lo que se creía, hasta entonces, como la normalidad de los días o de las conductas humanas.

"El cuento de la criada". "El cuento de la criada".

Como en el capítulo “Bête Noire”, cumbre del lento desmoronamiento de una mujer llamada María cuando en su trabajo irrumpe una antigua compañera de escuela al candidatearse para un puesto vacante en Ditta, una empresa de alimentos. De nombre Verity, gana el empleo y, desde ahí, María entra en una crisis que se expande a todos sus ámbitos, cuando Verity, la “ñoña de la computadoras”, como la habían apodado por sus conductas extrañas en la escuela, se gana la simpatía de los empleados y empieza a provocar situaciones inquietantes bajo un poder paranormal capaz de alterar la realidad.

En efecto, detrás de la apariencia de su genialidad, que desborda todo límite al constituirse en la “emperatriz del universo”, en Verity se esconde una venganza sobre el bullying que recibió de niña con un rumor que habría comenzado la propia María con una broma sobre un profesor, y que luego se extendió hasta un punto de no retorno, casi como un homenaje a Carrie, la criatura de Stephen King.

"The Last Of Us". "The Last Of Us".

“A veces, montar una escena es lo único que hay que hacer”, dice un personaje de Paradise, entre armas termonucleares, pulsos electromagnéticos, servicios secretos, torres de control, eventos catastróficos, misiones de pocos científicos elegidos y una cúpula gigante que cubre una ciudad subterránea a lo Under the Dome –otra referencia a King– y un asesino que se esconde en las sombras del mártir colectivo. La fetichización de la tecnología, la fragilidad de la vida y lo ominoso se manifiestan en ciudades aisladas, con ofensas y traiciones al acecho, enfermedades misteriosas y tramas devastadoras en la cima del poder, allí donde, en su mirada de conjunto capítulo a capítulo, las series concentran una gran capacidad para abrir la lente de lo temporal, lo micropolítico, lo histórico y lo fenomenológico.

Paradise, el drama creado por Dan Fogelman –el mismo de This Is Us– fue renovada para una segunda temporada y se espera que se estrene en 2026; tras la séptima temporada con sus seis episodios que funcionan de forma autónoma, todavía no se confirmó una nueva de Black Mirror, pese a la presión de sus fanáticos; la tercera temporada de The Last of Us podría llegar a finales de 2026 y uno de sus creadores, Craig Mazin –que había deslumbrado con la también apocalíptica Chernobyl–, plantea la posibilidad de alargar la serie sobre la complejidad de los videojuegos originales.

"The Walking Dead". "The Walking Dead".

Y mientras El Eternauta confirmó la segunda temporada, con el último capítulo estrenado de El cuento de la criada a fines de mayo se terminó la colosal adaptación de la novela de Margaret Atwood –que reconoció haberse influenciado con la dictadura argentina, los detenidos desaparecidos y la apropiación de bebés–, la cual se mantuvo en pantalla durante seis temporadas y un total de 66 episodios.

“El fin del mundo no llega. Nunca. Es la promesa menos cumplida de la historia”, escribe Marcelo Filzmoser en su novela Mudanzas. Zizek advierte sobre el riesgo de quedar atrapados en una dinámica de “falsa alarma” o “catástrofe anunciada”, donde la urgencia del colapso convive con una cierta normalización de la crisis. Y en la reedición de Puras mentiras, de Juan Forn, se dice: “A qué otra novedad debería adaptarme como pudiera. Qué quedaba del mundo que había dejado al irme a dormir”. El futuro llegó hace rato y las series apocalípticas, en el boom de la destrucción 2.0, parecen envejecer rápidamente en las primeras décadas del nuevo milenio.

Sin embargo, el poder real y el artificial, la resistencia frente a la adversidad con la humanidad diezmada y en alarmante crisis, y, contra todo pronóstico, la persistencia de la sensibilidad, la solidaridad y la resiliencia que no desaparecen más allá de cualquier apocalipsis, siguen cautivando a una gran audiencia en ficciones tan lejos y tan cerca del mundo actual.

Clarin

Clarin

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