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Joaquín Furriel y Calixto Bieito llevan al San Martín la vida del último rey inglés muerto en batalla

Joaquín Furriel y Calixto Bieito llevan al San Martín la vida del último rey inglés muerto en batalla

Es la tercera vez que al actor Joaquín Furriel le toca decir alguna de las frases más famosas de la historia del teatro universal en el San Martín. En 2010, fue con Calderón en La vida es sueño. El público hacía silencio y algunos se mordían la lengua para no sumarse en voz alta el histórico verso: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Nueve años después, solo superó en popularidad cuando interpretó Hamlet, dirigida por Rubén Szuchmacher, y tuvo que afrontar un monólogo aún más conocido y una vez más sentir la concentración en la sala y la ansiedad de los espectadores por presenciar el momento en el que el personaje se cuestiona: “Ser o no ser, esa es la cuestión”. El 2025 es el turno de una nueva frase célebre: será el despiadado y jorobado rey Ricardo III, que al final de la obra, en el mayor momento de desesperación, negocia: “Mi reino por un caballo”.

Desde el 27 de junio, se podrá ver en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín una de las apuestas más ambiciosas de la temporada 2025: La verdadera historia de Ricardo III, dirigida por Calixto Bieito, el director español, radicado ahora en Suiza y de gran proyección internacional, a quien el propio Furriel fue a buscar para este espectáculo, luego de su experiencia con La vida es sueño, cuando Bieito eligió a al actor en un casting y sin conocerlo, para que fuera el protagonista de su espectáculo.

Interesado en trabajar con textos clásicos y generar una visión contemporánea, tanto desde la puesta como en la escritura, Bieito decidió partir de un hecho real para su versión del clásico de Shakespeare: el descubrimiento en 2012, en una playa de estacionamiento de Leicester, de los restos de Ricardo III, que puso fin a un misterio de 500 años sobre el lugar donde descansaba el cuerpo del último rey inglés muerto en batalla. Integran el elenco de este espectáculo Luis Ziembrowski, Ingrid Pelicori, Belén Blanco, María Figueras, Marcos Montes, Luciano Suardi, Iván Moschner, Luis “Luisón” Herrera y Silvina Sabater.

De izquierda a derecha: el actor Joaquín Furriel, Janiv Oron (música), Barbora Haráková Yoly (diseño escenografía), Adrià Reixach (co dramaturgo y video) y el director Calixto Bieito. Foto: Victoria GesualdiDe izquierda a derecha: el actor Joaquín Furriel, Janiv Oron (música), Barbora Haráková Yoly (diseño escenografía), Adrià Reixach (co dramaturgo y video) y el director Calixto Bieito. Foto: Victoria Gesualdi

–El reconocido crítico polaco Jan Kott dijo que “cada generación encuentra en Shakespeare sus propios rasgos”. ¿Cuáles son los aspectos que quieren destacar de su propuesta de Ricardo III?

–Calixto Bieito: Primero que nada pienso que sin Joaquín no habría hecho esta obra. Él es mi mayor presión, por el cariño que le tengo. Pero también pienso que él es la imagen que se opone a Ricardo III; uno piensa que va a salir de ahí el jorobado de Notre dame, un tío feísimo y es todo lo contrario. Shakespeare siempre es contemporáneo. Lo hagas como lo hagas. Aunque lo vistas de lo que quieras, los personajes sean todos osos polares, siempre es Shakespeare. Pero sí tenemos este punto de partida, que es el esqueleto del Ricardo III verdadero, que se encontró en un estacionamiento de Leicester. No sé si eso fue realmente verdad, pero toda esa situación genera preguntas. Por ejemplo: ¿Qué es la verdad en la historia? Uno sabe que Shakespeare escribió Ricardo III para gustar a los Tudor. Entonces, describe un personaje al que representa como si fuera un malvado dictador y un monstruo descomunal. ¿Cómo relacionar eso con el presente? Ahora estamos entrando en la era de la incertidumbre, no sabemos qué es verdad y qué es mentira. Sabemos que la historia ha sido manipulada sistemáticamente, pero ¿existe la verdad?, ¿qué es la maldad?

Joaquín Furriel: Tuve un ACV hace diez años y el médico me dijo: “Tengo una buena noticia y una no tan buena. La buena noticia es que estás saludable, que todos los estudios dan bien y la mala noticia es que no tengo una respuesta para darte. Esto puede haber sucedido por el estrés, o por la presión del avión (porque ahí lo tuve), pero no hay una respuesta”. En general, la gente necesita dar una respuesta. Con Shakespeare pasa lo mismo: todo el mundo le pone su subjetividad, como si se adueñara cuando lo agarra, porque tiene una dimensión mucho más amplia. Si me dicen que Ricardo III es una obra que trata de un jorobado, digo que sí. A mí no me interesa hacer Ricardo III según lo que se interpreta de la obra, lo que me interesa es entrar al universo de Calixto. Es una persona que estrena espectáculos en Ginebra, Roma, Praga. No hay muchos artistas que tengan la posibilidad de entrar en la raíz de una cultura, que es justamente esto: estar estos días con nosotros, dirigiendo, y ver todo lo que hacemos arriba del escenario, con nuestra idiosincrasia.

"¿Qué es la verdad en la historia?", se pregunta Calixto Bieto. Foto: Victoria Gesualdi"¿Qué es la verdad en la historia?", se pregunta Calixto Bieto. Foto: Victoria Gesualdi

–Hay una idea que plantean en el espectáculo acerca de que se busca hacer una disección de la maldad humana que, consciente o inconscientemente, forma parte de nuestra naturaleza biológica y psicológica. ¿Consideran que el mal que plantea Shakespeare fue mutando en la historia?

–CB: La maldad ha cambiado, igual que el concepto de moral. Hace 20 años no podrías decir vamos a eliminar a determinada persona, pero ahora sí se dice. Se habla públicamente de eliminar a alguien y no se genera un escándalo al respecto. No sigo mucho las noticias, porque me ponen triste, sobre todo las bélicas. Pero en Europa está totalmente incorporado que alguien diga “vamos a eliminar a este elemento subversivo que se ha ido a vivir a Londres”, y al cabo de unos meses ves a esa persona en el hospital. Suceden estas cosas y la gente se va a dormir como si nada. Yo intento no juzgar mucho, pero observo la disolución de la idea de conciencia. Hay gente que vende armas y después duerme tranquilamente. No es que piensa “¡qué malo he sido!”. Está asumido que el mundo funciona así. Esto no es una crítica. Yo no hago teatro político ni social; yo pongo lo que veo, lo que siento en la calle.

–JF: Hay un comportamiento cínico establecido como algo más estándar. El cinismo, antes, era algo para determinados sectores, que podían permitirse jugar con el cinismo. Hoy percibo que en cualquier conversación el cinismo ya está incorporado. En Ricardo III se piensa que es malo porque está deforme y eso ni siquiera es teatro infantil. Mi hija cuando era niña ya estaba mucho más avispada y sabía que la maldad no viene por ese lado. Ahora hay otros mecanismos para la violencia, como destruir y cancelar gente antes que la Justicia, pero muchos de los momentos que tiene la obra, que para mí son muy interesantes, es que son textos que fueron escritos a fines del 1500 de una obra que estaba ambientada en la alta Edad Media, a fines del 1400, y los decimos hoy y tienen la misma dimensión. Estamos hablando más de nuestra especie que de un momento histórico. Creo que lo novedoso hoy es la necesidad de simplificación: sos de este bando o del otro. Las cosas son planas, todo se mueve en una especie de bipolarización y cuando tratás de correrte de la idea de segmentación, aparece un mundo que en mi caso es tratar de ser más relativista con lo que está pasando y entrar en una zona de más interrogantes y no tantas respuestas. En cualquier charla, uno quiere siempre estar de un solo lado, y la verdad es que hay dualidades, uno no es de una sola manera, y el público que venga acá va a tener incluso la posibilidad de reírse de cosas que nos incomodan y de muchas otras emociones. El teatro no es un espacio para dirigir la subjetividad de manera plana; al contrario, es un espacio para invitar a que se abran posibilidades.

"Hoy, en cualquier conversación, el cinismo ya está incorporado", señala Joaquín Furriel. Foto: Victoria Gesualdi"Hoy, en cualquier conversación, el cinismo ya está incorporado", señala Joaquín Furriel. Foto: Victoria Gesualdi

¿Un déspota sediento de poder?

El descubrimiento en 2012 de los restos del rey Ricardo III de Inglaterra en un estacionamiento de Leicester fue motivo de documentales y películas, entre ellas la producción de la BBC The lost king, estrenada en 2022.

El reinado de Ricardo III duró poco más de dos años, cuando murió a los 32 en la batalla de Bosworth Field (en el centro de Inglaterra) en 1485, la última de la Guerra de las Dos Rosas. Fue el último rey inglés que murió en combate. Pero durante siglos, la vida del monarca se consideró mucho más interesante que su muerte, fundamentalmente por la lectura que Shakespeare hizo de este hombre, como un déspota sediento de poder.

Ricardo era hermano del rey Eduardo IV. Luego de la muerte de Eduardo IV, en 1483, Ricardo destituyó a Eduardo V, hijo del rey, de 13 años, al que consideraba ilegítimo. Como nuevo rey de Inglaterra, recluyó en la Torre de Londres a sus sobrinos Eduardo V y Ricardo de Shrewsbury, de 10 años, y se cree que los mandó asesinar para asegurarse el trono.

Reconstrucción facial de Ricardo III, a partir de restos óseos hallados en Leicester, en 2013. Foto: ReutersReconstrucción facial de Ricardo III, a partir de restos óseos hallados en Leicester, en 2013. Foto: Reuters

Al poco tiempo, se enfrentó a una revuelta de los partidarios de su hermano. Luego, miembros de la Casa de Tudor se levantaron contra él. La batalla de Bosworth Field se saldó con la derrota de la familia de la Casa de York, la muerte de Ricardo III, la ascensión al trono de la familia Tudor y la coronación de Enrique VII.

Durante siglos, la reputación de Ricardo se definió en gran medida por la obra de Shakespeare. Pero un grupo de aficionados a la historia que se autodenominan "ricardianos", ansiosos por rescatar su reputación, se propusieron averiguar dónde estaba enterrado el rey al que veneraban. Una de las referentes de esta agrupación es Philippa Langley, quien se puso en contacto con arqueólogos de la Universidad de Leicester y les animó a investigar un lugar donde según historiadores podían estar los restos del rey. En 2005, el descubrimiento de un descendiente vivo de Ricardo III hizo que el proyecto fuera más factible que nunca. Si se encontraban restos, el ADN del descendiente podría utilizarse teóricamente para confirmar su identidad. Así fue cómo confirmaron que estos restos pertenecían al rey. En los huesos también se identificó la escoliosis que generaba su pronunciada joroba.

Clarin

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