Carrie Bencardino: trazos ligeros, corazón punk

Carrie entra al museo con la cara pintada como la de los personajes de sus obras. Sombras oscuras que se difuminan entre sus ojos y cejas, tiene expansores en las orejas, una telaraña tatuada en la cabeza y otros dibujos que le escalan de las manos a los brazos y del pecho al cuello. Varios piercings. Una mirada que se agranda y afila cuando encara de frente para responder preguntas.
Resulta fácil no perder de vista entre la gente a quien eligió para sí, cuando tenía 15 años, el mismo nombre que el del personaje suculento y marginal del clásico de Stephen King. El día de la preinauguración de su muestra es el único eminente punk en el Malba. Contrasta incluso con la paleta con la que tiñó sus óleos, con toda la ropa negra puesta y unos mechones color naranja eléctrico que brotan de su semi rapado.
Conversación. Óleo sobre tela 200 x 449 cm, 2025.
La suya es una experiencia estimulante. De las 11 obras inéditas que presenta en esta exposición, El desentierro del diablo –su primera institucional–, una es un video y las otras 10 son escenas pintadas con un trazo rápido que avanza insolente. Sin siquiera pedir permiso a su dueña. Tienen un acabado fuera de foco generado a partir del arrastre del pigmento con un trapo de aguarrás, que congela con precisión acuática el movimiento en el tiempo. “Nada me deserotiza más que lo plano, lo estático”, exclama con prudencia intrépida. “Yo elijo la forma de ver el mundo de lo torcido, lo distorsionado”.
El texto del museo que acompaña la muestra sugiere que “la noción de fluidez es un elemento constante en su producción. Tanto en su identidad no binaria como en la forma en la que manipula la materia, escapando de los detalles definidos”.
Sin título. De la serie “Naked city”, 2024.
Toda la sala es de un fucsia pulcro y refinado que envuelve con una fuerza teletransportadora. Carrie habla del contexto, una época que considera que “abruma al músculo de la imaginación, dejando poco lugar a la posibilidad de soñar”. Habla de una crisis de proyección, alimentada por “el avance de un tipo de pensamiento que tiende a disolver los vínculos entre las personas”. Junto al curador, Carlos Gutiérrez, buscaron, por eso, que El desentierro del diablo no tuviera una narrativa lineal, sino más bien entremezclada. Del orden de lo onírico.
Si se mira hacia arriba desde esta planta baja con techo vidriado, la obra Conversación hace de cielo flotante. De ella se desprende un surrealismo oscuro y chic, traducido también en el diseño de sala, a cargo de Gutiérrez, que evoca, a través de paredes curvas y puntos de vista ortogonales –poco habituales de encontrar en entornos cotidianos–, la sensación de estar caminando en un set lyncheano. O uno de esos sueños escabrosos en los que se está en un lugar pero de golpe, como por arte de magia, es otro.
Identidades disidentes. Sus óleos retratan habitantes de los márgenes.
A medida que el espectador se introduce, el espacio desconcierta, se enrarece. La más excitante de la serie, según quien suscribe, es una imagen horizontal alargada de un coche fúnebre titulada No hay más después de esto, que es como ver a la muerte advertirse frente a los propios ojos a toda velocidad sobre una canción de trash metal psicodélico. “Reivindico la pesadilla como un estado revolucionario, el de lo ingobernado, lo que irrumpe sin que lo podamos controlar en una época en la cual las redes algoritmizan hasta el terreno del inconsciente”, postula Carrie, y en eso cita también al libro 24-7: el capitalismo al asalto del sueño, del crítico de arte norteamericano Jonathan Crary.
Frente a un retrato de la que parece ser una virgen, que, abatida e inconsolable, gimotea en lágrimas de un brillo alcalino, dice que nunca se identificó con la Iglesia. Pero que, para matar el tiempo que debía pasar ahí durante la temprana edad, su atención se fundía de manera genuina en esas imágenes. Hoy, no las considera muy inconexas en relación con su propia producción. Quizás esta sea su propia biblia. O, según sus palabras, ensayo de la propia existencia en este mundo.
- El desentierro del diablo - Carrie Bencardino
- Lugar: Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415
- Horario: de 12 a 20 (martes cerrado)
- Fecha: hasta el 13 de octubre
- Entrada general: $9000.
Clarin