Mi querido tacaño: “Un día, se ofreció a compartir… algo de comida para gatos que le sobraba”.

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Un deseo de control y retención, una incapacidad para ceder en todo el sentido de la palabra... Estar cerca de una persona tacaña es una fuente de inmenso sufrimiento. La energía que gastan ahorrando agota y lastima a los demás, pero eso no importa: vivir solo, para algunos, es preferible a la idea de tener que compartir, apoyar y complacer. En este episodio, Camille, una veterinaria parisina de 34 años, habla sobre compartir piso de estudiantes con su prima, cuya forma extrema, agobiante y casi insalubre de gestionar la vida en pareja es un desafío.
Ella es la número uno en el ranking de las personas más malas que he conocido en mi vida. Ni la segunda ni la tercera. La primera. Y es mi prima. Somos totalmente opuestas. Ella es inteligente, pero su actitud desagradable lo arruina todo. Yo, sin presumir, soy un poco más ligero, más espontáneo. Pero compartimos la pasión por los animales. Y cuando nos aceptan en la Escuela Nacional de Veterinaria de Alfort, después del bachillerato, parece lógico buscar piso juntos. Nos vamos de Toulouse llenos de esperanza.
En 2009, nos mudamos a un apartamento de 30 m² por 1000 euros al mes. Es caro. Cada uno recibe una beca de 700 euros. Tenemos la jornada completa: clases, prácticas o repaso. Es difícil encontrar un trabajo a tiempo parcial. Enseguida se convierte en una lucha. Pero...
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