Ex fan de Airbnb, ahora juro por el intercambio de apartamentos

Soy de la generación de Airbnb, una plataforma que surgió en 2010. En cuanto terminé mis estudios, creé una cuenta para mis escapadas con amigos o parejas. ¿Hoteles? Son para gente mayor, para ricos. Hostales, para jóvenes. Para pagar mis vacaciones, subarrendé mi apartamento ilegalmente, hasta que la ley obligó a la plataforma a presentar los ingresos a Hacienda en 2020, lo que me hizo detectable (y susceptible de desalojo) por mi casero.
Ese mismo año, vi nacer Alda, una asociación que lucha por la vivienda en mi País Vasco. Los jóvenes del "campo" ya no encontraban vivienda. En las paredes de mi barrio, que parecía un pueblo, en el noreste de París, se multiplicaban los carteles descontrolados contra el desalojo de inquilinos. Por todas partes, la misma palabra: Airbnb. Disgustado, decidí parar. Un compañero me habló entonces de una plataforma para intercambiar casas y apartamentos entre particulares. Por 170 euros al año, los intercambios simultáneos son ilimitados. Coincidir en destino y fechas me parecía restrictivo. Pero ¿qué vi?: se puede...
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