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Comer bien ya no debería ser un privilegio

Comer bien ya no debería ser un privilegio

«Fin del mundo» y «fin de mes» son la misma cosa: esta frase, que combina cuestiones sociales y ecológicas, se ha convertido en un clásico entre los activistas ambientales.

Pero debemos materializar este imperativo de una transición justa y sostenible mediante medidas concretas. Debemos demostrar que la transición ecológica no es una suma de restricciones para los más pobres, sino la promesa de una vida mejor: mejor respiración, mejor vivienda, mejor atención médica... y mejor nutrición.

La alimentación es un área esencial de esta ecología cotidiana y sigue recibiendo poca inversión. Sin embargo, debido a los efectos combinados de la crisis sanitaria y la inflación, la inseguridad alimentaria ha alcanzado proporciones sin precedentes y nuestro sistema de ayuda alimentaria se encuentra desbordado (1).

Aquí debemos disipar definitivamente una idea preconcebida: ¡el acceso a alimentos sostenibles y de calidad no es una moda pasajera! Todos los funcionarios electos locales comprenden que la calidad de las comidas servidas en el comedor es una cuestión fundamental para los padres, independientemente de sus ingresos.

En Seine-Saint-Denis, la alimentación es un indicador clave de las desigualdades sociales y ambientales. Al igual que con la contaminación y los disipadores de calor, los residentes de los barrios populares pagan el precio más alto. Nuestro departamento tiene las tasas más altas de obesidad y diabetes de la región.

Ante estos desafíos, están surgiendo soluciones locales. En 2023, el departamento de Seine-Saint-Denis y Acción contra el Hambre pusieron en marcha, con apoyo financiero del Estado durante tres años, una colaboración única entre una autoridad local y una ONG: un experimento con una tarjeta alimentaria sostenible.

Esta tarjeta, tipo "cupón restaurante", permite a 1350 usuarios seleccionados de grupos prioritarios (estudiantes, personas mayores, mujeres embarazadas o padres jóvenes) comprar los productos alimenticios de su elección en numerosas tiendas asociadas, con una bonificación por compras saludables y sostenibles (50 euros al mes y una posible bonificación de 25 euros). Las primeras evaluaciones muestran que esta ayuda financiera, sumada a las actividades de apoyo a la alimentación saludable y sostenible por parte de las asociaciones asociadas, está generando un cambio positivo en los hábitos de consumo: platos más variados, la desaparición del indicador más crítico de insuficiencia alimentaria y casi el 25 % del gasto en tiendas que ofrecen una oferta sostenible.

Este proyecto, y otras experiencias que se están extendiendo por toda Francia, inspiradas en particular por la seguridad social alimentaria , contribuyen a convertir el derecho a la alimentación en la piedra angular de las políticas públicas alimentarias a nivel local. Son un esbozo de lo que podría resultar del reconocimiento del derecho a la alimentación a nivel nacional. Esto supondría un gran avance al formalizar la obligación de las autoridades públicas de garantizar un acceso efectivo y universal a alimentos de calidad, promoviendo al mismo tiempo una remuneración más justa para los productores. La alimentación sostenible también fomenta el surgimiento de sectores locales y la ESS en el sector de la transformación alimentaria. Todas estas cuestiones son parte integral del derecho a la alimentación.

Ya no se trata de buenas intenciones o de medios puntuales, sino de una obligación de conseguir resultados.

Hacer de la alimentación un derecho fundamental significa afirmar una sociedad más justa y respetuosa con el medio ambiente. Una sociedad que no acepte que tengamos que elegir entre comer o calentar nuestros hogares. Una sociedad donde comer bien ya no sea un privilegio, sino un derecho.

(1) El 16 % de los franceses padece insuficiencia alimentaria cuantitativa. Más del 50 % de los afectados no utilizan esta ayuda por diversas razones (adecuación, información, acceso, disponibilidad). Fuente: Credoc, septiembre de 2023.

Libération

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